El buque de rescate "Igor Beloúsov" que se está construyendo para la Marina rusa, tendrá en dotación batiscafos autónomos para operaciones de salvamento e investigaciones a gran profundidad.
Los minisubmarinos tripulados y
batiscafos no tripulados pasan a ocupar un lugar cada vez más importante
dentro de las estructura de las fuerzas navales de diversos países y
cumplen misiones de carácter tanto militar como civil. Al ejercer un
control permanente del espacio subacuático, estos aparatos pueden
incrementar considerablemente la eficacia de los buques de superficie y
submarinos.
Alcanzar lo inalcanzable
Los
batiscafos, que originariamente se concebían para investigar el fondo
marino, realizar operaciones de búsqueda y salvamento y cumplir misiones
especiales, con el avance tecnológico adquirieron funciones mucho más
amplias. Los primeros robots submarinos fueron diseñados todavía en los
años 50 y 60 del siglo pasado, pero el verdadero auge de su desarrollo
se remonta a comienzos del siglo XXI, cuando tecnológicamente se hizo
posible fabricar aparatos no tripulados capaces de realizar operaciones
complejas sin la participación del hombre o mediante control remoto. Los
batiscafos no tripulados resultaron ser una excelente solución allí
donde era técnicamente imposible o arriesgado emplear sumergibles
tripulados.
Los robots submarinos pueden realizar las
siguientes funciones: desactivar minas y eliminar otros obstáculos
subacuáticos; contribuir a aumentar el alcance de sonares de los
submarinos; monitorear y reparar objetivos subacuáticos; investigar el
relieve del fondo y las aguas de mares y océanos. Semejantes
aplicaciones son necesarias tanto para las fuerzas navales como
entidades civiles.
Los primeros robots submarinos
tenían un tamaño demasiado grande como para ser utilizados desde buques
de superficie o submarinos. Para su empleo se desarrollaron submarinos
especiales, como el SSN-23 “Jimmy Carter” de la Armada estadounidense,
botado en 2005 y que sigue en servicio operacional hasta hoy. En el
diseño del submarino multifuncional “Seawolf” se introdujeron
modificaciones necesarias para operar con robots submarinos.
Los
vectores de los robots submarinos de los que dispone también la Marina
rusa ofrecen amplias posibilidades para el empleo tanto de sumergibles
tripulados como de robots. La miniaturización de los equipos hace
posible reducir el tamaño de los robots hasta el tamaño de un torpedo,
minas de mar, e incluso menos, y emplearlos desde los submarinos comunes
y corrientes.
Nuevas metas
Las
características de los submarinos rusos, tanto modernizados como
nuevos, no se divulgan al ser un secreto de Estado. Por esta razón
resulta difícil afirmar si en este aspecto, la Marina rusa se queda
atrás o no con respecto a las fuerzas navales de otros países. De todas
formas, a juzgar por los indicios visibles, hemos de hacer constar que,
en cuanto a la disponibilidad de sumergibles de diverso perfil en el
servicio de búsqueda y rescate, la Marina rusa, si bien está algo a la
zaga de las fuerzas navales occidentales, hace todo lo posible por
reducir este retraso.
Aparte del buque “Igor
Beloúsov” que llevará a bordo un robot y dos sumergibles tripulados,
estos años últimos, el servicio de búsqueda y rescate recibió varios
sumergibles autónomos británicos de la clase Pantera.
Una
adquisición muy valiosa fueron los aparatos de profundidad rusos Rusia y
Cónsul destinados no solo para las operaciones de rescate, sino también
para las investigaciones científicas a gran profundidad. Cónsul,
ensayado a la profundidad de 6.500 metros, en opinión de los
especialistas, es capaz de bajar a una profundidad mayor, dadas las
impresionantes características de su casco.
Cónsul
fue construido en Rusia, mientras sus predecesores, los batiscafos Mir
habían sido construidos para la URSS en Finlandia. Cabe señalar que en
los batiscafos rusos todavía es demasiado alto el porcentaje de piezas
de fabricación extranjera sobre todo de equipos electrónicos,
dispositivos mecánicos de precisión, etc. Lamentablemente, este problema
no se presta a solución simplemente encargando construir un mayor
número de batiscafos o robots. Para ello se necesita una eficaz
industria no adaptada exclusivamente a las necesidades militares. De lo
contrario, las cadenas de producción de alto contenido tecnológico
podrían correr la misma suerte que, al acontecer las circunstancias
adversas después del colapso de la URSS en 1991, corrió la mayor parte
de la industria militar soviética.