14:26 31/05/2013
La noticia más sensacional de los últimos días es el suministro de la primera partida de
misiles antiaéreos rusos S-300 a Siria. Según la prensa, Rusia va continuar las entregas.
No es que los S-300 obvien la amenaza de un ataque aéreo de la OTAN,
parecido al que la alianza lanzó contra Libia en 2011. A propósito, el
ataque no sería lanzado necesariamente por las fuerzas de la OTAN. Bien
podrían ser las turcas o, digamos, sauditas… Pero ahora el precio de tal
operación (aun cuando sean derribados tan sólo misiles de crucero y no
aviones pilotados) sería distinto.
Estos días últimos han ocurrido varios acontecimientos directamente
relacionados con la iniciativa ruso-estadounidense de convocar
una conferencia de paz para Siria.
El asunto sigue siendo enredado. Se desconocen los personajes que
participen y no hay seguridad de que el foro llegue a celebrarse. Ello
no obstante, en torno a la convocatoria suceden muchas cosas que hace un
año, cuando Ginebra acogió la primera edición de la conferencia sobre
Siria, habrían parecido inverosímil.
Las grandes potencias no desean ser espectadores pasivos de los
acontecimientos protagonizados por las monarquías arábigas cuyas
finalidades, a su vez, distan mucho de ser claras. Pero es una cuestión
aparte.
El guión libio no se repetirá
Desde luego, las noticias sobre el suministro de los S-300 plantean
muchos interrogantes: ¿cuándo estos misiles entrarán en servicio
operacional? ¿Quiénes serán los operadores? Pero aun cuando se trate de
un gesto simbólico, debería asumirse con suma seriedad.
Dando este paso, Rusia pretende justificarse y recuperar su prestigio después
de la guerra en Libia.
En aquella coyuntura bastó que el embajador ruso renunciara a vetar en
el Consejo de Seguridad la resolución sobre la zona de exclusión aérea
sobre Libia para que en este país ocurriera lo que, afortunadamente,
hasta ahora no ha pasado en Siria. Luego, Moscú exclamaba indignada que
la habían engañado…
Rusia volvió a adoptar una postura firme, lo cual no tardó en
beneficiarle, ante todo en Oriente Próximo. Quienes pensaron que Rusia
había degradado y era un país de segunda que no podía influir en la
situación regional –ante todo, Catar y Arabia Saudí que, sin vacilar,
socavaban un régimen tras otro en el área- ahora han cambiado de
parecer.
Sería ingenuo confiar en unas ventajas mayores, las obtenidas ya constituyen un avance.
Pero, ¿qué contribución podrían aportar los S-300 a la terminación de
la guerra civil en Siria que se libra, antes que nada, en ciudades en
forma de guerrilla y operaciones antiterroristas? Por lo visto, ninguna,
porque una cosa es la guerra propiamente dicha, y otra, muy distinta,
los entresijos en las relaciones entre las grandes y pequeñas potencias
con motivo de Siria.
Sacando las debidas conclusiones de la guerra de Irak
En las épocas pasadas, los principales actores de la confrontación
global eran la URSS y EEUU, o, en términos más amplios,
Oriente-Occidente. La confrontación tuvo por escenario terceros países:
en vez de Siria, los combates transcurrieron en Vietnam, Angola,
Mozambique, Afganistán…
En todos los casos, la situación semejaba mucho la de Siria: la
oposición armada que contaba con una fuerte ayuda desde el exterior, se
empeñaba en derrocar el régimen existente, sin que importara mucho la
orientación política del régimen en el poder y de la oposición.
Lo que sí importaba era el propio esquema de conflictos al que Moscú y
Washington se atenían estrictamente. Suministraban armas a sus
protegidos, sin entrar en colisiones directas.
Ahora todo es distinto. Rusia y EEUU continúan cooperando en el marco
de la iniciativa adelantada por los jefes de los sendos departamentos
diplomáticos, Serguéi Lavrov y John Kerry al objeto de convocar
urgentemente la conferencia sobre el arreglo en Siria.
A veces, se escuchan reproches recíprocos. Moscú, por ejemplo,
critica a Washington por no haber podido (léase, no haber deseado)
sentar a la oposición siria a la mesa de la negociaciones. Mientras, el
Kremlin cumplió sus compromisos: la delegación de Damasco está lista
para salir, y consta de candidaturas concretas y aprobadas.
Pero son cosas secundarias. A rasgos generales, la situación es
bastante curiosa. Al parecer, todos afirman que la convocatoria de la
conferencia es imposible, que la oposición no acudiría y EEUU no ejerce
influencia alguna sobre ella. No obstante, Moscú y Washington impulsan
el asunto e incluso acordaron que la conferencia (si llega a convocarse)
de nuevo se celebraría en Ginebra.
Ya hemos dicho que Moscú procura justificarse por su actitud ante la
guerra de Libia. Y activamente coopera con Washington. Pero, veamos lo
que pasa en EEUU, aparte de la retórica belicosa sobre la zona de
exclusión como variante bien probable.
A este respecto podríamos aducir un espacioso artículo publicado en
The Washington Post que versa sobre los así llamados “halcones
liberales”, una categoría muy importante de políticos y analistas para
EEUU. Conviene recordar que no sólo los republicanos, que luego pasarían
a denominarse neoconservadores bajo el mandato de George Bush,
planificaban y desataban guerras. No menos agresivos fueron los
demócratas que agravaron la situación en Yugoslavia (muy parecida a lo
que sucede en Siria) hasta los bombardeos de Belgrado.
En el seno de este bando, escribe el periódico, se observan escisión y
controversias, antes que nada, porque la triste experiencia (de los
republicanos, aunque esto importa poco) en Irak y Afganistán disuade de
meterse en Siria. Y, por último, el propio presidente Obama
evidentemente no quiere inmolar vidas humanas y despilfarrar dinero en
la aventura siria. EEUU ya sufrió sensibles bajas en Libia, aunque su
participación en las hostilidades no fue muy activa. El problema
consiste que no se ha acuñado todavía una nueva ideología estadounidense
que les permita anunciar sin tapujos: tanto nosotros como Occidente en
su conjunto nos hemos puesto continuamente del lado de los integristas.
En Afganistán (en la época de la URSS), en Kosovo y Libia. Al invadir
Irak generamos una nueva oleada del extremismo islámico en Oriente
Próximo, contribuyendo a que Irán se erigiera en potencia regional. Y
perdimos la influencia en la zona. Ya es hora de renunciar a ayudar a
los cataríes y sauditas a recomponer el mapa político de Oriente
Próximo. Esperemos a que nuestro propio diseñe una nueva política hacia
esta región.
Desde luego, es una situación peligrosa. Es como si una estuviera en
la cima de un monte cubierta de hielo, corriendo el peligro de
deslizarse en cualquier dirección. Semejante situación no ayudará a
parar la guerra en Siria. Se impone el siguiente interrogante:
supongamos, las grandes potencias sólo intentan recuperar su influencia
en Oriente Próximo. Y los demás, aquellos que apoyan a las autoridades
sirias o a la oposición, ¿qué hacen?
A quienes favorece el paso del tiempo
Hablando en rigor, por el momento, Arabia Saudí, Catar, Turquía y
demás amigos de la oposición, aunque hablan mucho, pero no hacen nada.
Muestran un moderado interés hacia la situación en el seno de la UE,
donde la alianza galo-británica procuró el levantamiento del embargo
para poder suministrar armas a la oposición. Los demás países europeos
prefieren mantenerse al margen de semejantes aventuras.
Hablando de los foros, diremos que la oposición siria residente en el
exterior, se ha reunido estos días en Turquía. Los partidarios del
presidente Bashar Asad y valedores de la paz celebrarán uno de estos
días su encuentro en Teherán.
Irán informa haber recibido una invitación verbal a asistir a la
conferencia de paz en Ginebra. Ello no obstante, por ahora nadie puede
decir a ciencia cierta quienes acudirían a la capital helvética.
Supongamos que la conferencia no llegue a celebrarse. Así las cosas,
¿a quiénes favorecería el paso del tiempo? Quisiera mencionar un solo
factor, el informativo, que hace un año no existía en absoluto. Una
arremetida mediática global tiene efectos colosales, lo que testimonian
las guerras de los últimos años, incluida la de Libia. Pero jamás la
oposición ha tenido que combatir durante un período tan largo.
Es sugestivo que los comunicados sobre las atrocidades cometidas por
el régimen sirio y la oposición se dividen aproximadamente en la
proporción 50:50, es decir, representan, por lo visto, el estado real de
cosas.
De lo arriba expuesto se infiere que ya es hora de convocar una
conferencia de paz, o anunciar que el conflicto sirio es un ajuste de
cuentas entre los países de Oriente Próximo, mientras los demás no hacen
sino poner estorbos. A decir verdad, lo hemos entendido desde hace
tiempo.
Dmitri Kósirev, RIA Novosti