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Al
parecer, todo mandatario de ese pequeño país con una economía aplastada
por la crisis financiera y demográfica busca compensar su complejo de
inferioridad política participando en proyectos de difamación contra
Rusia.
Para
estos líderes, cegados por el odio a Rusia, cualquier referencia a los
aspectos económicos de la asociación equivale a sacrilegio y profanación
de los valores básicos europeos. La jefa de Lituania, que ahora preside
la Unión Europea, Dalia Grybauskaite, manifestó que “no habrá más
concesiones a Ucrania” que, siguiendo esta lógica, debería aceptar
cualquier pérdida económica a cambio de la asociación con la UE. El
presidente polaco, a su vez, recordó a Yanukóvich
que Polonia también sufrió bastante por la pérdida de los mercados de
la antigua Unión Soviética, al incorporarse a la UE, insinuando que
Ucrania no debería pedir ninguna compensación. En realidad, trata de
pasar por listo, porque, a diferencia de Polonia, que ingresó en la
comunidad europea como miembro de pleno derecho, Ucrania se quedaría
fuera de la UE por muchos años más. Además, Polonia recibió de parte de
la UE unos cien mil millones de euros para financiar sus proyectos de
desarrollo y modernización de infraestructura. Un país que abastece a
sus ricos vecinos europeos de mano de obra barata, básicamente
fontaneros y lavaplatos, y donde el sistema de pensiones está en quiebra
y la tasa de desempleo juvenil sobrepasa el 25 %, no tiene derecho
moral a sermonear a nadie.
El presidente de Rumanía, Traian Băsescu,
comentó que, a su modo, Yanukóvich habría llegado a Vilna a regatear,
lo que fue una gran decepción. El líder rumano es incapaz de imaginar
que alguien pueda desobedecer a Bruselas o Washington, porque siempre ha
acatado cabalmente todas las órdenes de sus dueños occidentales y
representantes del FMI. Los electores rumanos aún no le pueden perdonar
la disminución de los sueldos en un 25 %, pero el FMI lo considera como
un “socio de confianza”.
Las
declaraciones del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy,
también merecen un comentario aparte. ·”En reiteradas ocasiones hemos
dicho que, en cuanto a los países de la Asociación Oriental, Rusia se
comporta de manera inapropiada para el desarrollo de las relaciones
internacionales en el siglo XXI”, manifestó Rompuy, en una rueda de
prensa en Vilna, en tanto que agregó que “la Unión Europea seguirá
insistiendo en que todo intento de Rusia por influir en la decisión de
los países de la Asociación Oriental sea calificado como una violación a
los principios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en
Europa (OSCE)”. En otras palabras, el alto funcionario europeo pretende
que Rusia pague todas las pérdidas que sufra Ucrania al sumarse a un
proyecto de marcada orientación antirusa. Es obvio que Rusia no lo hará y
seguirá defendiendo sus intereses. Pero las declaraciones de altos
cargos europeos indican que la UE ya no tiene dinero suficiente para
comprar la lealtad de sus nuevos aliados ni palancas reales para
presionar a Rusia. No le puede aplicar sanciones económicas a Rusia,
porque es miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y en
cuanto a las presiones políticas, la jefatura rusa ya ha aprendido a no
hacerles caso. A lo largo de dos décadas, los gurús mundiales de la
economía han ido demostrando a Rusia que quién tiene más dinero tiene
más derechos, y que el chantaje económico es una herramienta fundamental
de la diplomacia moderna. En la cumbre de Vilna quedó claro que el
discípulo ha superado a su maestro. El sonado fracaso de la Asociación
Oriental ha sumido a los rusófobos europeos en una profunda depresión,
pero dentro del actual contexto político, ninguno de ellos merece que se
le compadezca.
La voz de Rusia
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