Corea del Sur desarrollará su propia defensa antimisiles. No le interesa participar en la DAM global que Washibngton pretende desplegar en la región de Asia-Pacífico. Esta sorprendente declaración fue hecha por Seúl, tras la reciente visita a la península de Corea del jefe del Pantágono, Leon Panetta.
Formalmente, las objeciones
sudcoreanas contra la DAM asiática global tienen que ver con la parte
técnica del proyecto: Seúl se siente más amenazado con los posibles
lanzamientos de misiles desde una distancia de quinientos a mil
kilómetros (pensando, obviamente, en Pyongyang), mientras que el plan
estadounidense solo considera los objetivos remotos. Pero, en realidad,
las causas de la “respetuosa negación” pueden ser mucho más profundas. A
estas alturas, a Seúl no le conviene irritar a su vecino del Norte, ni
mucho menos a China. Como era de esperar, China es el principal
adversario del despliegue de antimisilees estadounideses en la región.
Se
nota que los aliados occidentales de Washington también están un poco
cansados de discutir sobre la DAM. A lo mejor, prefererían desentenderse
del proyecto norteamericano, pero no pueden: el “hermano mayor”
insiste. Y ahora trata de involucrar también a los asiáticos. Todo esto
es parte de la famosa “politica de disuación”, a la que Washington aún
no ha renunciado, opina nuestro experto, el Gran Maestro Internacional
de Ajedrez, Vladislav Tkachiov.
—En
el remoto año 1946, en el seno de la embajada estadounidense en Moscú,
nació una teoría geopolítica absolutamene nueva, destinada a impedir la
expansión del comunismo por el mundo entero. La inquietud era bien
justificada, porque después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión
Soviética alcanzó una enorme popularidad a escala global, sinendo su
ideología muy atractiva para los pueblos de colonias occidentales. En
ese entonces, la politología occidetal manejaba mucho el concepto de
unas fichas de dominó cayéndose, una tras otra, a una velocidad cada vez
mayor. Eran prototipo de los países de Europa del Este y Asia que
adoptaban la ideología marxista-leninista y echaban a los Gobiernos
coloniales.
Cabe señalar que esta teoría
sirvío de justificación a EEUU para intervenir militarmente a Corea y
Vietnam a finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado.
En nuestros días, Washingon se está guiando por los mismos criterios,
estima Vladislav Tkachiov.
—El
mismo esquema de discusión le sirve para luchar por los recursos
energéticos y tatar de dominar todo el espacio euroasiático. Solo que la
lista de los países por disuadir es mucho más amplia: además de Rusia,
la componen Irán, y últimamente también China. Tengo sensación de que
los autores de esta teoría se inspiraron en el principio clásico de la
estrategia del ajerdez que reza: el objeto de ataque debe ser, primero,
limitado, luego bloqueado y solo después destruido. Por temor a Irán y
la aparición de un “cinturón chií” de países islámicos, Occidente y sus
aliados mesorientales están atizando las llamas de la guerra civil en
Siria. Por supesto que los integrantes de esta alianza variopinta tienen
intereses bastante diferentes. Si EEUU está principalmente interesado
en apoyar a Israel e inmovilizar a China con “anillos de anaconda”,
Arabia Saudí y Qatar buscan la seguridad de las exportaciones de
hidrocarburos a largo plazo.
Respecto a la
región de Asia-Pacífico, para nadie es un secreto que el segmento
asiático de la DAM global no apunta contra Pyongyang, sino contra China
que es el principal rival político-militar de Washington en esa parte
del mundo. Por otro lado, después de lo que pasó con Seúl, Washington
debería reconsiderar muchas cosas. Un plan es un plan, y a veces dista
mucho de la realidad, opina Vladislav Tkachiov.
—Decimos
que un buen ajedrecista se forma una idea del posible final de la
partida, después de las primeras jugadas. Los futbolistas que confían
más en el azar dicen que la pelota es redonda y la portería rectangular.
Así que cualquier estratagema puede hacerse añicos al chocar con la
realidad.
Según analistas, el riesgo de un
agravamiento de relaciones con China y Rusia no es lo único que le
preocupa a Seúl en relación con el escudo antimisiles norteamericano.
También le parece exagerado el costo de su eventual participación. De
acuerdo a algunas estimaciones, tendría que pagar unos cien mil millones
de dólares. Un monto astronómico que además no supone ninguna ventaja
importante para Seúl en términos de seguridad nacional.
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