Es probable que en un futuro próximo en Rusia aparezcan agencias de
seguridad privadas que podrán actuar también en el extranjero.
Así
lo dijo el actual primer ministro y el presidente electo del país
Vladimir Putin. En el mundo el uso de tales estructuras es muy amplio
pero la situación rusa tiene algunas particularidades.
Herramientas indirectas
Al presentar el informe anual sobre la gestión de su gabinete en la Duma de Estado,
la Cámara baja del Parlamento ruso, Vladimir Putin comentó, contestando
una pregunta al respecto, que las agencias de seguridad privadas son
una herramienta para velar por los intereses nacionales sin la
participación directa del estado. El jefe del Gobierno no descartó la
posibilidad de que Rusia utilice esta herramienta en un futuro.
Para entender de qué se trata hace falta recurrir a la experiencia histórica y analizar la específica situación en Rusia.
Los corsarios del siglo XX
Uno
de los intentos de utilizar las herramientas indirectas de este tipo es
bien conocido: durante la década de los 60 del siglo XX, los
mercenarios fueron usados con asiduidad en los conflictos del continente
africano. Debido a la intervención de las empresas militares privadas
casi se forman dos nuevos estados en África: en Katanga, la provincia
más sureña y rica en cobre de la República Democrática del Congo que se
independizó y solo pudo ser reintegrada al país gracias a la
intervención militar de la ONU, y luego en Biafra, la región sudoriental
de Nigeria que proclamó su independencia en 1967.
Los antiguos
imperios despojados de sus colonias africanas necesitaban instrumentos
para estabilizar el continente, y al principio para este objetivo se
sirvieron de los grupos armados de europeos contratados por los
gobiernos locales para combatir a la guerrilla “mala”. O, al revés, para
derrocar a los gobiernos “malos”, cosa que solían hacer sin ruido y de
noche a la mañana.
No obstante, algunas veces las intervenciones
de este tipo terminaban en escándalos. Por ejemplo cuando el francés Bob
Denard, que había participado en numerosas campañas en África en
bastantes países generalmente ofreciendo sus servicios a Francia,
intentó dar golpe de Estado en Benín, pero fracasó y sus mercenarios
escaparon de milagro. Sin embargo su siguiente intento, la intervención
en las Comores, fue un éxito absoluto.
Las bases de mercenarios
que actuaban en el continente negro estaban en el África Austral, donde
predomina la población de raza blanca, sobre todo en la Rodesia de Ian
Smith y en la Sudáfrica de los bóers. Fue allí donde se consolidó, a
pesar de las sanciones internacionales y la aprobación de la Convención
Internacional contra el reclutamiento de mercenarios, el modelo de
modernas empresas militares privadas que trabajaban con los gobiernos
africanos para “garantizar la seguridad en circunstancias complicadas”.
La más conocida de ellas era la sudafricana Executive Outcomes que, bajo
la presión internacional, desapareció como persona jurídica pero no
como corporación real.
A mediados de 1990 hubo cambios en el
mercado global de empresas militares privadas ya que tras terminar la
guerra fría muchos profesionales militares en los países miembros de la
OTAN se quedaron sin trabajo. También los ex militares soviéticos
cumplieron misiones como pilotos y técnicos en las Fuerzas Aéreas
africanas. A la vez creció demanda de servicios de las agencias
militares privadas: en la periferia de la antigua Unión Soviética
estallaron conflictos y guerras locales, mientras los regímenes
africanos se lanzaron a la lucha por el control de los escasos recursos
naturales.
“Siglo de platino”
En estas
circunstancias los gobiernos occidentales tuvieron que recurrir a esta
herramienta al alcance de la mano para pacificar las regiones demasiado
agitadas. Los coroneles retirados de los ejércitos británico y
estadounidense, que trabajaban en estrecho contacto con sus gobiernos y
servicios secretos, llegaron a dominar este mercado. Las empresas
militares privadas empezaron a multiplicarse y muy pronto se
convirtieron en un elemento clave de la presencia de los países
desarrollados en los “puntos calientes” del planeta.
Si la década
de los 1960 en el Congo fue ‘el siglo de oro’ de los mercenarios, el
primer decenio del nuevo milenio en Irak y Afganistán puede ser
considerado el ‘siglo de platino’. En aquella época un mercenario que se
encontraba en la zona de combate percibía unos honorarios que superaban
los 1.500 dólares al día. La situación resultaba más absurda aún porque
los efectivos del ejército estadounidense del mismo rango cobraban lo
mismo en una semana realizando las mismas operaciones por deber de su
oficio.
Para los finales de la década de 2000, la situación se
hizo insostenible: según el informe de la comisión bilateral de
contratos militares del Congreso de EEUU, los mercenarios se igualaron
en número con los efectivos del ejército estadounidense en Irak y
Afganistán. Empezó una fusión inevitable de empresas militares privadas
con los suministradores y agencias de servicios que pretendían arrancar
un buen bocado de los nuevos gobiernos débiles en Bagdad y Kabul. No
obstante, Occidente ya no puede prescindir en los puntos calientes de
los mercenarios oficialmente contratados cuyas bajas no interesan a
nadie, excepto a su agencia, mientras las tareas que se les encomiendan
son muy delicadas. Y en el caso de fracaso ningún gobierno tiene que
responder.
En la campaña de Libia de 2011 los agentes privados de
seguridad desempeñaron funciones de combatientes e instructores
preparados en las filas rebeldes que consiguieron derribar el régimen de
Gadafi, aunque después de medio año de lucha y una intervención militar
directa de Gran Bretaña, Qatar, Emiratos Árabes y posiblemente Francia.
Empresas militares privadas en Rusia
De
modo que se presenta más o menos claro a lo que se refería Vladimir
Putin hablando sobre la posibilidad de la formación de las agencias de
seguridad privadas en Rusia. Pero a la hora de la realización de esta
idea surgen muchos matices.
No es ni siquiera una cuestión de
control sobre este nuevo ejército privado, ya que cuando se trata de
intereses estatales el control del estado no faltará. Mucho más
interesante es analizar las posibles áreas de actividad de este tipo de
empresas en Rusia. El mercado nacional no da para mucho, así que por lo
visto sus servicios serán reclamados básicamente por las grandes
compañías de los sectores extractores para garantizar la seguridad de
sus infraestructuras y zonas de explotación tanto en el territorio
nacional como fuera del mismo.
Los destinos geográficos de los
efectivos de agencias de seguridad privadas también son previsibles. Los
procesos de la integración euroasiática, que transforman notablemente
el espacio de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), obligarán a
aumentar la presencia rusa en varios países del espacio post-soviético,
en primer lugar en Asia Central y, tal vez, en los territorios
autoproclamados del Cáucaso (Osetia del Sur y Abjasia).
Otra
posibilidad de uso de este tipo de fuerza es en Afganistán, un punto de
interés común de Moscú y la OTAN. El envío de las tropas a los
territorios mencionados amenaza con pérdidas políticas y complicaciones
locales. Sin embargo, las empresas militares privadas son un buen
recurso para solucionar situaciones difíciles.
Al mismo tiempo,
es una buena posibilidad de dar trabajo a un gran número de los
militares que se están quedando en paro a causa de una política de
recortes de personal de los ministerios rusos de Defensa y del Interior.
Fuente Ria Novosti
No hay comentarios:
Publicar un comentario