Entre las ideas planteadas por políticos de Occidente
figuran la exclusión de Rusia del G-8 y la suspensión de la cumbre de
julio en Sochi. Es cierto que los expertos señalan que es poco eficaz.
La salida del G-8 no es algo crítico para Rusia, asegura Vladímir Shtol,
profesor de la Academia de Economía y del Servicio Público adjunta a la
presidencia:
–No
pienso que signifique un golpe serio para el prestigio de nuestro país.
Más todavía con el nuevo formato, más amplio, el G-20, del cual formamos
parte. Hoy, lamentablemente, la economía está demasiado interconectada,
al igual que la política. Debido a la globalización no se puede hablar
de un vector individual de desarrollo. Es cierto que no se quieren
limitaciones serias en el comercio exterior. Por otra parte, hay que
entender que la interdependencia entre países es bilateral. De manera
que pienso que, en esto, bien valdría que nuestros socios occidentales
lo sopesaran todo meticulosamente.
Los radicales
exigen el aislamiento de Rusia, lo que será difícil lograr. Pues,
Occidente no tiene muchas posibilidades. Además que los últimos años han
mostrado que Rusia está dispuesta a resignarse a las consecuencias si
se trata de sus intereses. El politólogo Vladímir Kozin, experto del
Instituto Nacional de Investigaciones Estratégicas, comenta:
–Las
sanciones no han sido nunca eficaces. Incluso las que fueron
introducidas contra Rusia después de haber metido en cintura a Georgia
en 2008. Hace medio año, esas sanciones fueron eliminadas por Occidente
mismo. Las sanciones se vuelven siempre contra aquellos que las
establecen. Ahora, si esta vez van a ser introducidas, Rusia no se
cruzará de brazos y responderá adecuadamente.
Estrictamente
hablando, el propio Occidente no está dispuesto a imponer sanciones. Y
es que todas las restricciones ponderables en el comercio golpean
invariablemente a los negocios. El bumerán se volverá contra toda Europa
Central y del Este. El politólogo Alexéi Martínov, director del
Instituto Internacional de Estados Contemporáneos, señala:
–Teóricamente,
Europa podría negarse a los suministros de agentes energéticos de
Rusia. Es cierto que habría que congelar entonces una serie de empresas y
renunciar a una parte del confort. Pero, Europa tiene el gas noruego y
los suministros de gas licuado con Oriente Próximo organizados. Es
cierto que para Europa no será fácil explicar a sus ciudadanos por qué
deben pagar mucho más por la electricidad. Y es que, la renuncia al gas
ruso conduce, inevitablemente, a una subida brusca de precios.
Hipotéticamente, Obama
podría tratar de repetir el experimento de Ronald Reagan y disminuir
los precios de los hidrocarburos. La economía rusa, a raíz de sus
particularidades, es sensible con respecto a tales factores. Pero, esa
es una maniobra demasiado seria que entraña consecuencias tanto para la
economía global como para la estabilidad geopolítica. No resulta
exagerado decir que semejante exabrupto pondría al mundo al borde de la
guerra.
En general, las sanciones antirrusas costarían
demasiado caro a Occidente como para que se decida por ellas.
Difícilmente la UE y EEUU están dispuestos a verdaderos sacrificios. En
cualquier caso, para las acciones resueltas se requiere voluntad
política y los líderes políticos de Occidente han demostrado que no la
poseen.
la voz de Rusia
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