Foto: EPA
Además, las declaraciones sobre la atención
especial en el robustecimiento de las posiciones de China en el océano
mundial ayudan, también, a sacar determinadas conclusiones acerca de la
evolución inminente de su política exterior.
Xi Jinping
se refirió también al importante papel que deberá desempeñar el océano
mundial en el afianzamiento de los intereses económicos y de la
seguridad nacional de China. Se piensa que el aprovechamiento de los
recursos navales será, en perspectiva, una fuente importante de
crecimiento para la economía del país. Sin embargo, la retórica de la
dirigencia china rebasa los marcos de las deliberaciones acerca de la
conveniencia del empleo de los recursos del océano mundial. Atención
especial se presta al incremento de las posibilidades del país en la
defensa de sus derechos en el mar. La dirigencia china pone gran relieve
al aspecto militar, en la edificación de su potencia naval.
El
surgimiento de los intereses globales del Estado ha ido siempre ligado a
la ampliación de la esfera de sus intereses políticos y a la
construcción de una flota oceánica. La organización de una flota
poderosa será tomada siempre como un desafío para el país, que
determinan el orden mundial actual, al margen de las declaraciones y
fundamentaciones que avalen su construcción.
En 1898, el
káiser germano Guillermo II pronunció una frase para el bronce en la
que afirmaba que “el futuro de Alemania pasa por el agua”. Y en ese
mismo año, el Parlamento germano aprobaba su conocida primera ley naval
que daba comienzo a la construcción acelerada de la Armada. En adelante,
aquello iba a derivar en una rivalidad naval militar con Gran Bretaña.
Alfred
von Tirpitz, creador de la Flota alemana de Alta Mar, afirmaba en el
Parlamento: “Los intereses navales de Alemania han crecido desde el
tiempo de la fundación inesperada del imperio. Su afianzamiento se ha
convertido en una cuestión vital para Alemania. El país, de ponerse
escollo o de perjudicar seriamente estos intereses navales, enfrentará
primero el receso económico y más tarde el político también”.
Es
interesante comparar esto con un fragmento del discurso pronunciado por
Xi Jinping: “El papel del mar en la estructura del desarrollo de la
economía nacional y, de su apertura al mundo, se torna cada vez más
importante y ejerce una influencia cada vez más patente en las
cuestiones de la defensa de la soberanía estatal, de la seguridad y de
los intereses del desarrollo, así como en la estructuración de una
civilización ecológica. Es también evidente el crecimiento del papel
estratégico del mar en la competencia internacional, en las esferas
política, económica, militar y tecnológica”.
Se trata de
distintos países y de distintas épocas históricas pero, con todas las
diferencias en la retórica, el sentido sigue siendo el anterior. Al
igual que Alemania ante la Primera Guerra Mundial, China, con el
trasfondo de un crecimiento económico dinámico y de las limitaciones de
recursos propios, depende cada vez más de los mercados y de la materia
prima extranjera. Como Alemania, China debe conquistar un lugar en los
mercados mundiales y el acceso a las materias primas indispensables en
una competencia enconada con las compañías occidentales. Y en esa
competencia ejercen influencia no solo los factores políticos, sino
también militares.
La intervención de occidente en Libia y la caída del régimen de Gadafi
causaron a las compañías constructoras chinas, que operaban en ese
país, pérdidas por un monto de dieciséis mil seiscientos millones de
dólares, y treinta y cinco mil ciudadanos chinos tuvieron que ser
evacuados a la carrera. Si China va a seguir siendo incapaz de defender
sus intereses económicos en el exterior, con métodos políticos y
militares, a partir de un cierto momento, sus planes de expansión
económica global van a comenzar a chocar con escollos y limitaciones
insalvables.
China comenzó ya la construcción de su
flota de alta mar, que comprende portaaviones, submarinos atómicos,
destructores portamisiles y grandes buques de desembarco. Estos
esfuerzos de China se encuentran de momento en la fase inicial. EEUU no
ve en ello aún grandes motivos de preocupación y en sus círculos
político-militares no existe una opinión categórica sobre cómo
reaccionar ante tales ambiciones navales chinas. Una reacción similar se
observaba también en la potencia líder del siglo XIX, Inglaterra,
cuando Alemania acometió su carrera naval de armamentos navales. Es
cierto que, más adelante, el crecimiento continuo de la Marina de Guerra
germana trajo consigo un factor de los principales que inquietó a los
ingleses y una razón importante para la colisión entre esas potencias.
Es
obvio que la China de comienzos del siglo XXI no se parece, en una
mayoría de parámetros, a la Alemania de principios del siglo XX, y un
conflicto chino-norteamericano no está predeterminado. Sin embargo, la
lógica de la conducta de las partes en las cuestiones del desarrollo de
la Marina de Guerra, entonces y ahora, puede resultar asombrosamente
parecida.
La voz de Rusia
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