Los historiadores han debatido mucho acerca del coste humano que
tuvo la victoria sobre el ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial, en
algunos casos se ha infravalorado el peso soviético en la consecución
de la misma.
En 1998 la película Salvad al soldado Ryan,
del director Steven Spielberg, tuvo un gran impacto en todo el mundo. Se relata
la historia del desembarco de las tropas aliadas en Normandía en junio de 1944.
Sin embargo en opinión del historiador
norteamericano Mike Davis, autor del libro ¡Salvad al soldado Iván!, y
otros muchos historiadores de todo el mundo, la liberación de Europa comenzó en
verano de 1944 y no precisamente en Normandía, sino cuando los partisanos
soviéticos lanzaron un inesperado golpe contra la retaguardia de la poderosa
Wehrmacht. A pesar de eso, cada día se recuerda menos el importante papel de la
Unión Soviética en la consecución de la victoria del siglo pasado contra el fascismo.
Los que intentan revisar
la Segunda Guerra Mundial, ignoran a sabiendas las declaraciones de algunos de
los políticos más importantes durante la propia guerra. "Desde el punto de
vista de la gran estrategia... —recalcaba en mayo de 1942 el presidente de los
EE UU, Franklin Roosevelt—, es difícil pasar por alto el indudable hecho de que
el Ejército Rojo está destruyendo más soldados y armamento del enemigo que los
otros 25 estados de las Naciones Unidas juntos".
En septiembre de 1944 el primer ministro de
Gran Bretaña, Winston Churchill, en un mensaje a Iósif Stalin, escribió: "Aprovecharé la ocasión mañana para repetir en la Cámara de
los Comunes lo que ya he dicho anteriormente, que es precisamente el Ejército
Rojo el que le ha sacado las entrañas a la máquina de guerra alemana...".
Ni siquiera el antiguo ministro de Asuntos
Exteriores de Hitler, Joachim von Ribbentrop, tenía dudas sobre la victoria.
Para él las tres principales causas de la derrota de Alemania fueron la
inesperada y tenaz resistencia soviética, la enorme aportación de armamento y
tecnología de los EE UU y el éxito de los aliados occidentales en la batalla
por la supremacía aérea.
Si tomamos la dimensión territorial está claro
que el frente soviético-alemán o frente oriental era el que tenía mayor
extensión. Era hasta cuatro veces mayor que el norteafricano, el italiano y el
frente occidental (alrededor de 4.000 kilómetros en 1941 y más de 6.000 en
1942).
Según cálculos de hoy en día, el Ejército Rojo
derrotó en el frente oriental 674 divisiones (508 de la Wehrmacht y 166 aliados
de la Wehrmacht). El ejército anglo-norteamericano en África del Norte se
enfrentó de 1941 a
1943 a
entre 9 y 20 divisiones, en Italia de 1943 a 1945 fueron entre 7 y 26 divisiones y en
Europa Occidental, después de que se abriera el frente occidental en 1944,
entre 56 y 75 divisiones.
En el frente oriental las pérdidas de la
Wehrmacht en sus enfrentamientos con el Ejército Rojo alcanzaron el 73% del
total y las bajas de las fuerzas alemanas en soldados fueron aquí cuatro veces
más altas que en los escenarios bélicos de Europa Occidental y el Mediterráneo.
Las tropas del Ejército Rojo entre 1941 y 1945
derrotaron o apresaron a 607 divisiones enemigas mientras que en el mismo
tiempo las fuerzas anglo-norteamericanas lo hicieron con cerca de unas 176
divisiones. En el frente oriental la Wehrmacht perdió el 70% de todos los
aviones durante la guerra, el 75% de los tanques y el 74% de la
artillería.
Es evidente también que la derrota de Alemania,
que lideraba el bloque militar fascista, tuvo una influencia decisiva a la hora
de liquidar los últimos rescoldos de la Segunda Guerra Mundial en Extremo
Oriente.
El general Majmut Gareyev ofrece los
siguientes datos: "En agosto de 1945 las fuerzas armadas japonesas
contaban con siete millones de soldados, 10.000 aviones, 500 buques de guerra,
al tiempo que los EE UU y sus aliados contaban con aproximadamente 1,8 millones
de soldados y 5.000 aviones en la zona del Pacífico asiático. Si la URSS no
hubiera entrado en la guerra, las principales fuerzas del ejército de Kwantung
podían haberse concentrado contra los estadounidenses y entonces (como pensaban
los dirigentes de los EE UU) las acciones bélicas se hubieran prolongado dos
años más y consecuentemente hubieran aumentado las pérdidas, más aún cuando el
mando japonés ya estaba preparándose para la utilización de armas
bacteriológicas. Como calculó el comité de los jefes de Estado Mayor de EE UU y
Gran Bretaña, la guerra de ocupación de Japón podía haberles costado alrededor
de un millón de vidas".
Hace diez años, algunos políticos plantearon a
Rusia la exigencia de que pidiera perdón a sus vecinos y aliados del bloque del
este. Surgía por lo tanto por primera vez la presunción de culpabilidad de
Rusia.
Sin embargo los mismos que intentan cambiar el
pasado pretenden evitar por todos los medios la cruel verdad sobre una cruel
guerra. La Segunda Guerra Mundial provocó más de 50 millones de muertos, más de
la mitad de las pérdidas humanas en Europa fueron de la Unión Soviética. En
total supusieron más de 27 millones de personas, siendo además una importante
parte de las mismas civiles y no combatientes.
Las pérdidas de los aliados en la coalición
contra Hitler en Gran Bretaña fueron de 375.000 y 369.400 heridos y 1.076.000
en EEUU, de los cuales 405.000 cayeron en todos los frentes terrestres y
navales. La URSS pagó un alto precio en la guerra de liberación de la ocupación
de otros estados de Europa y Asia. Más de un millón de soldados soviéticos murieron
en los campos de batalla de Europa Central y del Este, en los Balcanes, en
China y en Corea.
Ni en la Unión Soviética ni en la nueva Rusia
han intentado apropiarse de la victoria común, nunca se ha realizado un comercio inhumano sobre quien contribuyó más o
menos en la coalición contra los nazis. Rusia nunca ha rebajado el papel de los
pueblos de la Unión Soviética y los aliados en la consecución de la victoria,
una memoria que no sabe de fronteras, que no distingue nacionalidades y que,
sin duda, es más importante que las circunstancias políticas del momento.
Guennadi Bordiugov, profesor de la
Universidad Lingüística Estatal de Moscú y presidente de la Asociación de
investigadores de la sociedad rusa.
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