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En las negociaciones que sostendrá en Moscú, el primer ministro de Japón ya no representará a ese país al que estamos acostumbrados a percibir como socio menor de EEUU.
Tokio está tanteando con firmeza, pero con cautela, su propio camino en la política mundial.
El
jefe del Gobierno nipón llegará de visita oficial a Rusia el próximo
día 28 y tratará, según sus propias palabras, de conferir un nuevo
impulso a las relaciones bilaterales. Resulta bastante interesante el
fondo conformado en torno al Japón. Por una parte, el país posee la
tercera economía más poderosa del planeta y figura entre los líderes
tecnológicos indiscutibles del mundo. Al mismo tiempo, el
acrecentamiento de la influencia de China y el agravamiento de la crisis
en la península de Corea obligan a Japón a cifrar las esperanzas en el
respaldo político-militar de EEUU. Pero, ¿acaso Tokio realmente desea
conservar el statu quo?
En
Estados Unidos con frecuencia se hacen esa pregunta. Y reflexionando en
el marco de su propia lógica llegan a una conclusión tranquilizadora:
Japón seguirá el rumbo anterior, mientras no decrezca la capacidad de
EEUU de contener el crecimiento de las amenazas exteriores en las
relaciones con Japón, apunta la revista norteamericana Foreign Affairs.
Entretanto,
cada vez se hace más evidente que hace mucho que Japón duda de EEUU,
estima el miembro del Consejo de Expertos del Comité de Seguridad de la
Duma (Cámara de Diputados de Rusia), Alexéi Plótnikov. Tokio comprende
perfectamente que EEUU no se entrometerá activamente por Japón, por
ejemplo, en su conflicto territorial con China por las islas Senkaku.
Además, casi cada japonés sabe que en otros tiempos su país fue un
imperio, mientras que ahora está ocupada por EEUU. El complejo de
derrota en la Segunda Guerra Mundial, en los últimos cincuenta años,
está en las profundidades de la conciencia de los japoneses, pero ellos
siempre recuerdan eso. Y ahora Japón está dando pasos activos para ser,
al menos exteriormente, un país soberano, dijo a La Voz de Rusia, Alexéi Plótnikov:
–Ante
todo, me refiero a su dependencia de EEUU, las bases militares
norteamericanas en territorio nipón. Japón está dando pasos cuidadosos,
serenos, lentos y consecuentes para acabar con tal dependencia. En
particular, las fuerzas de autodefensa se están transformando en fuerzas
armadas normales. No hace mucho, se creó el Ministerio de Defensa y
también se recuperaron los grados militares históricos que, tras la
Segunda Guerra Mundial, fueron sustituidos por ciertas denominaciones
rebuscadas como “oficial mayor de las fuerzas terrestres de primera
categoría”, lo que equivale a coronel, etc.
En
2007, cuando el líder del Partido Liberal Demócrata, Shinzo Abe,
encabezó por primera vez el Gobierno de Japón, se confirió a la
Dirección Nacional de Defensa del país el estatus de ministerio. En las
intervenciones del primer ministro hablaba del resurgimiento del
espíritu militar de la nación. “Llegó la hora de sacar a las fuerzas
armadas del posbélico estado de ‘somnolencia’”, afirmaba Abe. Cabe
remarcar, que las fuerzas niponas de autodefensa fueron sacadas de ese
estado todavía antes, en 1991, cuando participaron en la Operación
Tormenta del Desierto.
Las reflexiones sobre el camino
propio de Japón y su lugar en el mundo no surgieron hoy ni con la
llegada del nuevo gabinete de Shinzo Abe, sostiene el científico jefe
del Instituto de Extremo Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia,
Víctor Pavliatenko. Las ideas sobre la recuperación de la política
independiente estuvieron presentes a lo largo de toda la segunda mitad
del siglo XX. Hoy, estas ideas son apuntaladas por las dudas de las
altas cúpulas del poder de la nación ante la firmeza de EEUU de defender
a Japón en el caso de que estalle una crisis:
–Estas
dudas plantean un interrogante: ¿qué debemos hacer? Por cierto que la
respuesta surge por sí sola: debemos ser fuertes. No por casualidad, en
2010, el anterior gabinete demócrata trazó los nuevos ejes del
desarrollo del sector de la defensa. Pues bien, se trata de la defensa
dinámica. Y una defensa dinámica es, ni más ni menos, una defensa que
contenga al enemigo potencial de emprender pasos inesperados con
respecto a Japón. Y tal defensa activa demanda, sin duda alguna, el
rearme y nuevos tipos de armamento, gastos adicionales, etc.
La
actual Constitución del país, aprobada tras la Segunda Guerra Mundial,
bajo el control de EEUU, limita fuertemente a Japón en el área de la
construcción militar. En realidad, Japón no puede poseer fuerzas armadas
capaces de desarrollar operaciones ofensivas. De acuerdo al Tratado de
Seguridad firmado entre EEUU y Japón en 1951, EEUU asumió el mayor
desvelo para defender Japón. Pero, en virtud de las causas arriba
mencionadas, a los japoneses ya no les conviene el estado actual de la
situación. Si bien no airean la modernización de sus fuerzas de
autodefensa, tampoco intentan ocultar tal hecho. Y si tal y como opinan
los expertos, el Ejecutivo de Abe permanece más tiempo en el poder, que
la vez anterior, entonces este Gobierno revisará la Constitución. En
primer lugar, las fuerzas armadas serán denominadas Fuerzas Armadas,
después el país iniciará la exportación de armamento y, de forma
independiente, se pondrá a incrementar su propio potencial defensivo.
La voz de Rusia
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