Rusia y Kazajstán, dos países con fructífera cooperación en numerosos campos están enfrentados en la esfera espacial.
Las discrepancias surgidas entre
Moscú Astaná por las condiciones de alquiler del cosmódromo Baikonur han
adquirido estatus oficial: a finales de 2012 a Astaná fue enviada una
nota, por la cual Moscú exige explicaciones por las últimas
declaraciones del Jefe de la Agencia Espacial de Kazajstán, Talgat
Musabáev. En opinión de las autoridades rusas, esas declaraciones son
“injustificablemente bruscas y no se corresponden a sus atribuciones”.
En
2008 Talgat Musabáev se pronunció por la revisión del contrato de
alquiler del cosmódromo por Rusia, señalando que promovería la reducción
del número de lanzamientos de los cohetes rusos Protón. En diciembre de
2012, en una intervención ante los miembros del Parlamento kazajo, el
Jefe de la Agencia Espacial propuso quitarle a Rusia la posibilidad del
alquiler de las instalaciones de Baikonur. El Ministerio de Asuntos
Exteriores de Kazajstán, por su parte, se precipitó a aclarar que poner
en práctica estos planes sería “ingenuo y poco sensato” y a precisar que
las palabras de Musabáev habían sido tergiversadas por los periodistas.
Las
explicaciones de los diplomáticos no sirvieron para mucho, dado que las
discrepancias sobre el asunto han surgido hace algunos años. En una
ocasión Rusia tuvo que revisar el acuerdo sobre el arrendamiento de
Baikonur y la nueva redacción del documento permanecerá en vigor hasta
2050, desembolsando Moscú anualmente ciento quince millones de dólares.
Sin embargo, de vez en cuando la parte rusa se topaba con “incidentes
sin mayor importancia”, como, por ejemplo, lanzamientos aplazados por
razones poco precisas. Para aclarar la situación, Moscú optó por formar
una comisión intergubernamental para el cosmódromo de Baikonur,
encabezada por el viceprimer ministro del Gobierno ruso, Igor Shuválov.
Como resultado, a Astaná le fue enviada una nota.
La
primera pregunta es ¿qué es lo que está buscando Kazajstán? Es evidente
que no podrá gestionar el cosmódromo por su cuenta, explica el Director
del Consejo para la Estrategia Nacional, Valeri Jomiakov:
—Kazajstán
es incapaz de atender las necesidades del cosmódromo: allí se necesitan
técnicos de altísima calificación, además de quienes se encargan de la
comunicación, de repostar el equipo o de los problemas de ingeniería, y
los expertos kazajos solo podrían cumplir parte de las tareas.
No
obstante, el objetivo de Astaná no es echar a la Agencia Espacial de
Rusia del cosmódromo, opina el experto del Instituto de los Países de la
CEI, Andrei Grozin:
—Kazajstán
está muy interesado en desarrollar el ala derecha del cosmódromo, es
decir, las rampas de lanzamiento para los cohetes Zenit. Le gustaría
convertirse en su definitivo propietario, para poder de esta forma sacar
beneficios de los posibles lanzamientos en cooperación con los
europeos, los ucranianos y algunas empresas rusas, además del alquiler
de las instalaciones.
El proyecto en cuestión
fue diseñado para lanzamientos ecológicos, es decir, sin uso del
combustible geptil que es altamente tóxico, de los cohetes de la clase
Zenit y Angará. De esta forma Astaná planea mantener el monopolio para
los viajes al espacio y al mismo tiempo retener a Rusia. Sin embargo, en
opinión de los expertos, el comportamiento de Kazajstán podría
resultarle contraproducente, llevando a que Moscú promueve la creación
de cosmódromos alternativos. Y esta tarea ya se ha reflejado en el
Programa Estatal del desarrollo del sector espacial de Rusia hasta el
año 2020, aprobada por el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, a
finales del pasado mes de diciembre. Así, en calidad de objetivos
prioritarios se citaron en el documento la creación en el territorio de
Rusia del cosmódromo Vostochni y la modernización de las instalaciones
del cosmódromo Plesétsk.
En cuanto a Baikonur, en los círculos profesionales existe la certeza de que ambos países arreglarán en breve sus malentendidos.
La voz de Rusia
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