11 de diciembre de 2012
Rusia ha puesto la mira en el fortalecimiento militar. Se aceptan y
se ponen en práctica programas de reequipamiento y de reformas radicales
de las fuerzas armadas. Y aunque la amenaza externa militar es mínima,
esta política continuará, ya que se adapta a las nuevas realidades
internacionales y cumple con la lógica interna del desarrollo en el
país.
¿Está
perdiendo valor la fuerza militar? Esta opinión está ampliamente
extendida. De hecho, la mayoría de los grandes problemas del mundo, como el
cambio climático, la crisis del sistema financiero mundial o el aumento de la
escasez relativa de alimentos, no se pueden resolver por medio de la fuerza.
Al mismo
tiempo, la potencia militar más poderosa, Estados Unidos, perdió dos guerras,
que ella misma había iniciado (en Irak, Afganistán) y así
desvaloriza la política de inversión de miles de millones de dólares en las
fuerzas armadas.
Sin embargo,
hay otra serie de argumentos que contradicen la idea de reducir el papel de la
fuerza militar en el mundo.
De todas formas
las guerras, siguen existiendo. Recordemos los conflictos en Yugoslavia, Libia,
Chechenia y Georgia. Además, la disuasión nuclear funciona a la hora de impedir
grandes conflictos, y nadie reduce seriamente los arsenales nucleares, sino que,
al contrario, los perfecciona.
Las
declaraciones sobre un inminente conflicto por los recursos, como por ejemplo
el agua, no cesan. Al parecer ya no funciona la apropiación directa del control
sobre el territorio y los recursos que se encuentran en él. Pero con la ayuda de métodos militares se
puede controlar el acceso a los mismos.
El deseo de
seguir apoyándose en la fuerza militar se da por otros motivos. El curso de los
acontecimientos en los últimos años en
Occidente, nos lleva a una completa perplejidad.
Los países
occidentales, bajo la consigna de apoyar la democracia, contribuyen a la caída
de regímenes autoritarios y seculares como los de Egipto, Túnez, Libia y ahora,
Siria.
Aunque saben
que después de su derrocamiento lo único que permanecerá será, no solo el
descontento de las masas, sino también las monarquías fundamentalistas suníes
del Golfo Pérsico, que establecen un orden más reaccionario que los regímenes
derrocados, desde el punto de vista de los valores occidentales.
La pérdida por
parte de Occidente de una orientación estratégica es inevitable debido a la
prolongada crisis.
Su
comportamiento político contribuye a la imagen de un mundo caótico e
impredecible en el que, en un futuro previsible, la humanidad tendrá que vivir.
Ante este
escenario, sobran los argumentos de aquellos que se inclinan a hacer hincapié
en algo comprensible: la soberanía y la fuerza. Rusia se encuentra entre ellos.
Rusia y
la fuerza militar
Hoy en día no hay ninguna amenaza externa
deliberada, y en una perspectiva a medio plazo, tampoco parece que vaya a
surgir ninguna. El estatus de superpotencia nuclear frustra la posibilidad de
ataques externos a gran escala.
Sin embargo, a pesar de la ausencia de amenazas, es inevitable pretender
fortalecer el poderío militar del país, y no solo por la exigencia de las
fuerzas armadas modernas para poder disuadir activamente las amenazas directas.
Creo que para los dirigentes rusos, es necesario
contar con una fuerte fuerza militar para mantener la posición internacional
del país, y el modelo actual de desarrollo no permite otras maneras.
Por supuesto,
es mucho mejor ser fuerte en economía, en tecnología y en relaciones culturales
y espirituales. Pero esto será después. Por ahra es la reforma militar la que
ocupa un lugar destacado.
La
reforma militar de Rusia
Lo más sorprendente y ejemplar en la reforma
militar es que, a pesar de los enormes obstáculos y diferentes actitudes, tuvo
mucho éxito.
Se está llevando a cabo realmente una reforma revolucionaria de las Fuerzas
Armadas. Ha pasado de ser un enorme ejército tradicionalmente de movilización,
diseñado principalmente para una gran guerra terrestre frente a la amenaza de
Occidente, a ser un ejército compacto, con una preparación más profesional para
el combate constante, que se centraría en conflictos de baja y mediana intensidad.
Para evitar
conflictos mayores, aumenta la dependencia de las armas nucleares, que también
se moderniza. Al fin comenzaron a llegar misiles balísticos a las tropas
intercontinentales de nueva generación con capacidad para superar cualquier
sistema de defensa de misiles.
Las fuerzas
nucleares fuertes, que, de hecho, no están destinadas a ser utilizadas, son
todavía necesarias para privar de sentido cualquier intento de ejercer presión
sobre Rusia debido a la superioridad de las fuerzas convencionales.
De hecho, la modernización de las fuerzas armadas
está objetivamente dirigida no solo a la lucha contra los problemas de
seguridad y a reforzar la condición política internacional de Rusia, sino
también a la superación de muchos aspectos de la carrera armamentística en el
mundo, capaces de socavar en la estabilidad estratégico-militar internacional.
Al garantizar
su seguridad y estatus, Rusia está recuperando su papel como garante
fundamental de la paz y la seguridad internacionales.
No solo hay
logros, también hay problemas y errores. Sin embargo, Rusia sigue en camino de
convertirse en una potencia militar moderna de gran alcance. ¿Qué consecuencias
tendrá este hecho? La cuestión queda abierta, como otros tantos temas del mundo
actual.
Seguéi
Karagánov, politólogo y presidente del Consejo sobre Relaciones Exteriores y
Política de Defensa, presidente del Consejo de Redacción de la revista “Rossiya v globalnoi politike” (Rusia en
los asuntos mundiales). Decano de la Facultad de Política Mundial y Economía de
la Universidad Nacional de Investigación de la Escuela Superior de Economía.
Artículo publicado originalmente en ruso en Rossiya v globalnoi politike.
Fuente Rusia Hoy
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